NOTA PERIODÍSTICA/CONOCIMIENTO/ACTUALIDAD/POLITICA & ANÁLISIS INTERNACIONAL.
Para Noam Chomsky, la cuestión más importante es ¿qué deberíamos estar haciendo para aliviar la violencia criminal, la miseria y una catástrofe en potencia?» El lingüista y docente emérito del MIT (Instituto Tecnológico de Massachussets), refiere sencillamente que cualquier comentario superfluo, pero que desafortunadamente no lo es, afecta a uno de los principios morales más elementales: se trata de centrar la energía y la atención en lo que más sirve para el bien. En cuanto a los asuntos internacionales, lo que calza con la situación de Ucrania y su continua escalada de tensión bélica con Rusia, aquí se trata de lo que realiza el estado, la condición humana de cada uno, contexto que es propio de sociedades más o menos democráticas en las que cada ciudadano tenga alguna participación al momento de fijar resultados. Por lo mismo, refiere que la práctica no se adhiere a dicho principio elemental, lo que sería para quedarse muy corto respecto de dicho tema.
El experto refiere además un comentario de Gandhi, donde alguna vez le preguntaron lo que pensaba acerca de la civilización occidental. Respecto del tema, respondió que estaba bien, y que por desgracia, dicha respuesta valdría además para el Derecho Internacional, por lo que estaría bien si a dichos estados les interesara a su vez. Sobre ello, Chomsky refiere además, que el Estado más importante es indiscutiblemente Estados Unidos, cuyo país lleva mucho tiempo dominando la sociedad mundial. Es por eso que se atrevió a reemplazar a Gran Bretaña y Francia, ejerciendo finalmente su influencia social y política sobre otros países del mundo, en especial de habla no inglesa, cuya hegemonía se remonta principalmente a la Segunda Guerra Mundial.
Y como era de esperarse, adoptó las políticas de sus antecesores, traducidas en un rechazo absoluto hacia el Derecho Internacional, tanto de hecho como de palabra, lo que derechamente mezcla con alabanzas a su propia proeza. En este aspecto, Estados Unidos apela a su propio nacionalismo, erigiéndose en una nación que se considera el centro del mundo, en claro de desmedro de otros países que si bien son independientes y tienen sus propias culturas, deben en muchos casos someterse a una cultura dominante a cambio del establishment impuesto, lo que afecta a otras culturas que no siguen dicho orden hegemónico.
Es por ello que en estricto rigor, Estados Unidos posee una Constitución que según muchos habitantes del país, deberían venerar todos. Por ejemplo, uno de los artículos fundamentales reposa en el Artículo VI el cual declara que los tratados válidos son la «Ley suprema del país», vinculando a todos los cargos. En este sentido, se incluye además la Carta de Naciones Unidas, cuyo documento es el pilar fundamental del Derecho Internacional Moderno. Al respecto, dicha carta prohíbe «la amenaza o el uso de la fuerza», a excepción de condiciones que casi nunca suelen darse. El problema es que cada mandatario que suele desfilar por la Casa Blanca vulnera alegremente la Constitución -refiere el experto-, por lo que en ese sentido, muchos presidentes la suelen pasar por alto.
Chomsky refiere además que ni sus mismos alumnos o colegas de la Facultad de Derecho, le dan importancia al tema. En lugar de eso, son más constantes las proclamas a viva voz acerca de la santidad del Derecho Internacional. Entre paréntesis, Chomsky refiere que dichas proclamas son usadas para atacar a los enemigos por sus posibles crímenes. Por otro lado, el lingüista señala que los creadores de dichas proclamas, adoptan el principio de Atenas donde se enfrentan a Melos, mucho más débil: «ríndete o atente», donde aprovechando la moralidad y el derecho se consideran irrelevantes, ya que se alude al instinto o lo intrínseco del hombre para apelar a su voluntad. De aqui además se desprende la máxima de que «el fuerte hace lo que puede y el débil sufre lo que debe», tal como lo dijo Tácito, destacado político e historiador romano.
En la praxis sencillamente, eso es el Derecho Internacional, obviamente esto no quiere decir que tengamos que ignorar la moralidad y el derecho como la misma Atenas y sus imitadores contemporáneos, por lo que según refiere el experto, la moralidad y el derecho pueden ser invocados a quienes en definitiva, se oponen a los mismos crímenes de Estado, el cual en muchos casos incluye fines educativos además de directrices para contribuir a un mundo mejor, el cual es bastante distinto de este mundo real. A modo de ejemplo, Chomsky propone fijarse en este mundo: es muy fácil hacer un inventario de historias horribles (como las que popularmente suelen hacerse en algunos medios o la vida común), por lo que en cada caso, la pregunta crucial es: ¿qué se puede hacer para mitigar o más bien acabar con dichos horrores? Y la otra pregunta: ¿cómo surgió la situación y qué podemos aprender de ello? Un caso evidente a modo de ejemplo es Afganistán, en cuyo país -refiere el análisis- millones de personas literalmente se enfrentan al hambre, el cual es extremo. Por consiguiente, esta colosal tragedia nos demuestra irónicamente hablando, que hay comida en los mercados, pero no hay acceso a los bancos.
Tristemente, la gente tiene que ver cómo sus propios hijos mueren de hambre ¿cuál es la solución? presionar al gobiernos de Estados Unidos para que libere los fondos de dicho país arábigo, los cuales están custodiados en bancos de Nueva York para castigar a los mismos afganos por osar resistirse a los 20 años de Washington. Dicho esto la excusa oficial -que a juicio de Chomsky es vergonzosa- se define así: «Los Estados Unidos deben retener los fondos de los afganos hambrientos por si los estadounidenses quieren resarcirse por los crímenes del 11-S de los cuales, los afganos no son responsables».
Es aquí donde Chomsky hace alusión a los atentados contra las Torres Gemelas, donde dos aviones de pasajeros encallaron contra los edificios derribándolos casi al instante, lo que tuvo que ver con los ataques hechos por los talibanes, principalmente miembros de Al-Qaeda y de cuyos líderes emergió la figura de Osama Bin Laden, empresario petrolero y terrorista ya fallecido y a quien se le atribuye lo sucedido el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Precisamente, el experto señala que los talibanes ofrecieron su rendición total, lo que implica incluso entregar a algunos miembros de la mencionada organización terrorista, en calidad de sospechosos, pero la nación norteamericana había respondido rotundamente que «no negociaba rendiciones».
Al mismo tiempo, Chomsky aludió al ex-secretario de Estado Donald Rumsfeld, a quien además atribuye ser el principal impulsor de la guerra entre Estados Unidos y Afganistán, siendo a la vez secundado por el Presidente George W. Bush. En torno al presente tema, el académico señaló que «podemos hacer muchas cosas y aprender muchas lecciones si logramos despojarnos de los poderosos sistemas de propaganda occidentales y asimismo mirar los hechos como son». Otro caso no menos importante, es lo que la ONU describe como la peor crisis humanitaria del mundo: Yemen.
Según revela Chomsky, el número oficial de víctimas alcanzó desde el año pasado un número total de 370.000, desconociéndose en primer término, el número real de estas. De acuerdo a estos datos oficiales, el país se encuentra con la hambruna generalizada, siendo Arabia Saudí la principal culpable de los hechos. lo que ha ido intensificando el bloqueo al único puerto utilizado para importar alimentos y combustible. Al respecto, la ONU manifiesta que la inanición se está convirtiendo en el tema principal a propósito de los terribles embates de la guerra en el Medio Oriente.
Este tema no menos importante, viene seguido de especialistas estadounidenses, destacando entre ellos Bruce Riedel, perteneciente a la Brooklings Institution, quien era un antiguo analista principal de la CIA para el Medio Oriente y que trabajó para cuatro presidentes, donde sostuvo que las ofensivas saudíes deberían investigarse como crímenes de guerra, por lo que en ese aspecto, se puede decir lo mismo de quienes lo ejecutan, según refiere. ¿Podemos hacer algo? Sí, todo, las fuerzas aéreas saudíes y emiratíes no pueden funcionar sin aviones, formación, inteligencia o repuestos estadounidenses. Eso se puede acabar. Una orden de los EE.UU. salvaría cientos de miles de niños de una muerte hambre inminente.
Una orden de los Estados Unidos salvaría cientos de miles de niños de una muerte de hambre inminente. El Reino Unido y otras potencias occidentales han participado en el crimen, pero los EE.UU. están muy a la cabeza. Por tanto, podemos salvar a la población de un sufrimiento indescriptible si así lo queremos. Pero en lugar de ello, preferimos declaraciones grandilocuentes sobre crímenes y enemigos, lo que resulta mucho más fácil y práctico. Nada nuevo, no lo ha inventado los EE.UU. pero como poder hegemónico mundial, Estados Unidos al frente de la desgracia. No es difícil continuar. Veamos la mayor prisión a cielo abierto del mundo, Gaza, donde dos millones de personas, la mitad niños viven «a dieta», como lo llaman sus carceleros: suficiente para sobrevivir, porque un genocidio en masa no estaría bonito, pero poco más. Tienen poca agua potable. Se ha destrozado alcantarillado y centrales eléctricas con repetidos ataques de los que no se libran hospitales, residencias, población civil en general y todo sin un pretexto creíble. El despliegue cotidiano de violencia sirve para advertir a los súbditos para que no se yergan. Las autoridades internacionales predicen que pronto no se podrá vivir literalmente en la prisión.
Las cosas van mejor en la otra parte de los territorios ocupados, donde colonos y ejército no sólo someten a los palestinos a un terror diario, sino que también los expulsan de sus aldeas destrozadas para hacer sitio a más asentamientos ilegales. Ya ni se habla de la anexión de los Altos del Golán o la gran ampliación de Jerusalén que vulneran las estrictas órdenes del Consejo de Seguridad y ha reconocido oficialmente la administración Trump, que también ha autorizado la ocupación del Sahara Occidental por Marruecos, quebrantando órdenes del Consejo de Seguridad y la Corte Internacional de Justicia. Así es que es totalmente normal que a día de hoy, se esté celebrando una reunión entre Israel, Marruecos y las dictaduras asesinas árabes como un maravilloso paso hacia la paz y la justicia gracias a la benevolencia estadounidense como un maravilloso paso hacia la paz y la justicia gracias a la benevolencia estadounidense.
¿Podemos hacer algo? No hay más que decir, ¿podemos aprender algo? No es difícil. Podríamos seguir tranquilamente, pero vamos a dejar la lista de historias de miedo y miremos al tema candente ahora y con razón: la invasión criminal rusa de Ucrania que, por su carácter, aunque no por su escala, se sitúa junto a otros grandes crímenes de guerra como la invasión de Irak por parte de Estados Unidos y Reino Unido, la invasión de Polonia por Hitler y Stalin y otros sombríos episodios de la vida moderna. La tarea inmediata es acabar con los crímenes que están devastando Ucrania. Si le preocupa lo más mínimo el destino de las víctimas ucranianas, lo que Estados Unidos debe hacer, es acceder a participar diplomáticamente para acabar con el ataque y plantear un programa constructivo para facilitar este resultado. Y se le debe presionar para que lo haga. Es bien sabido como sería un programa constructivo. Su elemento principal es la neutralidad para Ucrania, sin adhesión a alianzas militares hostiles, ni albergar armas que apunten a Rusia, ni ejecutar maniobras con fuerza militares hostiles. Un estatus como el de México y, de hecho, de todo el hemisferio occidental que no puede entrar en la alianza militar dirigida por China, instalar armamento chino dirigido a los Estados Unidos en la frontera. ni ejecutar maniobras con el Ejército de Liberación Popular chino.
En resumen, un programa constructivo sería lo contrario a la política oficial actual de EE.UU. formalizada en una declaración conjunta sobre la alianza estratégica EE.UU. – Ucrania. firmada en la Casa Blanca el 1° de septiembre de 2021. Este documento, críticamente importante, se ha suprimido en EE.UU. y supongo -menciona Chomsky- que en todos lados declaraba energéticamente que Ucrania debe ser libre de adherirse a la OTAN. Para justificarlo, Washington sigue con su postura sobre la santidad de la soberanía que ruboriza a los círculos civilizados, particularmente del Sur Global, que saben bien por amarga experiencia que Estados Unidos es el abanderado del desprecio a la soberanía.
Sigamos con la Declaración conjunta. La cito: «concluye un marco estratégico de defensa que sienta los cimientos para intensificar la cooperación estratégica de defensa y seguridad entre EE.UU. y Ucrania» ofreciendo a Ucrania armas avanzadas antitanques entre otras, junto con un «sólido programa de formación y entrenamiento para mantener el estatus de Ucrania como Socio de la OTAN de oportunidades ampliadas». Esto fue en septiembre pasado. Este sorprendente documento que no es público (sí es público, pero no está declarado), incrementa el desprecio desdeñoso de Washington por las preocupaciones rusas desde que Clinton quebrara en 1998 la firme promesa de George H. W. Bush de no ampliar la OTAN hacia el Este, una decisión que desató las advertencias de diplomáticos de alto nivel como George Kennan, Henry Kissinger, el embajador Jack Matlock. el director de la CIA William Burns y muchos otros; e hizo que el secretario de defensa William Perry casi dimitiera como protesta, junto con una larga lista de otros que tenían los ojos abiertos. Esto se suma por supuesto a las medidas agresivas de Clinton y sus sucesores que afectan directamente a intereses rusos (Serbia, Irak, Libia y otros crímenes menores), realizadas para que se maximizara la humillación.
Ya que ha habido mucho encubrimiento y evasiva de la promesa de Bush y Baker a Gorbachov, tal vez convenga citar literalmente al Archivo de Seguridad Nacional: El secretario de Estado James Baker, concuerda con la declaración de Gorbachov en respuesta a la declaración de que «la expansión de la OTAN es inaceptable». Barker aseguró a Gorbachov que «ni el presidente ni yo tenemos la intención de sacar rédito unilateral de los acontecimientos» y que los estadounidense han comprendido que «no sólo es importante para la Unión Soviética, sino también para otros países europeos, que se garantice que si los Estados Unidos mantienen su presencia en Alemania en el marco de la OTAN, la jurisdicción militar actual de la OTAN, no se extenderá al Este ni una pulgada más». Sin reservas ni ambigüedad, ni hipótesis, ni nada, que defienda la evasiva actual.
Volviendo a la Declaración conjunta de septiembre de 2021, fue por supuesto muy instigadora. Puede haber afectado perfectamente la decisión de Putin de acelerar la movilización anual de fuerzas en la frontera ucraniana para atraer la atención a los intereses de seguridad rusos, llegando en este caso a una agresión criminal directa. Un elemento en un programa constructivo es la neutralidad, que de hecho ofreció Zelensky y no respaldó EE.UU. Es sabido que no se puede saber si funcionará la diplomacia si no se intenta. Por ahora, con el apoyo de sus aliados, se niega a intentarlo mientras sacrifica a los ucranianos condenándolos a un destino nefasto. Sólo se puede conjeturar sobre los motivos, pero es importante reconocer que Putin le ha dado a Washington un regalo maravilloso. Le ha metido Europa hasta el fondo del bolsillo, un asunto mundial de primer orden desde la II Guerra Mundial.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Europa tuvo elección. ¿Accedería a subordinarse a los Estados Unidos en el marco OTAN.-Atlantista o perseguiría la visión de un «hogar común europeo» del Atlántico a los Urales o incluso de Lisboa a Vladivostok sin alianzas militares, que se convertiría en una «tercera potencia», un actor independiente en asuntos mundiales? Esta es la propuesta que hizo Charles de Gaulle. Estaba implícita en la Ostpolitik de Willy Brandt. Gorbachov la dejó muy clara cuando se derrumbó la Unión Soviética. Por supuesto, Estados Unidos se ha opuesto frontalmente, a menudo de forma muy esclarecedora. Se dio un caso hace 50 años cuando los EE.UU. preparaban el golpe militar que derrocaría la democracia plenamente en Chile e instauró el sangriento régimen de Pinochet. El artífice del crimen Henry Kissinger, lo explico así: el «virus» de la reforma social democrática de Allende podría «contagiarse» a otros sitios y llegar a España o Italia amenazadas por iniciativas reformistas de izquierdas. Dichas consideraciones han sido un principio rector de la política exterior estadounidense, igual que de sus predecesores en la masacre imperial. De hecho, volviendo a Atenas, sus órdenes a Melos tenían motivaciones similares: que la independencia de Melos se extendiera a otras islas griegas. Un principio fundamental en asuntos mundiales. Por ahora, Putin ha descartado la posibilidad de una Europa independiente, un regalo inconmesurable para la política imperial de Estados Unidos. Puede que Washington esté muy satisfecho con cómo se estén desarrollando los crímenes en Ucrania. Tal vez, como ha insinuado desde arriba recientemente Hillary Clinton, se dé la posibilidad de apoyar una insurgencia como en Afganistán, que devastó el país mientras impedía a Rusia retirarse como estaba intentando, según demuestran los archivos rusos publicados y que también contribuyó al hundimiento de la Unión Soviética.
El mérito por haber instigado a Rusia a invadir se lo lleva el asesor de Seguridad Nacional de Carter, Zbigniew Brezezinski, un destacado analista estratégico. Como él explicó, el destino de millones de afganos apenas cuenta, comparado con abatir al enemigo mundial. Ni tal vez el destino de millones de ucranianos. Nos lo pensamos. Volviendo a las preguntas principales ¿podemos hacer algo para evitar la masacre? ¿podemos aprender algo? parece obvio que la respuesta a ambas preguntas es un «sí» rotundo. Aparte de los horrores que se muestran cada día en la portadas y que se visibilizan bien cuando un enemigo oficial es el responsable, hay sucesos en caminos mucho más macabros. Algunos ya son reales, otros están demasiado cerca para que estemos tranquilos.
Ya está viniendo un agudo retroceso en los intentos de reducir el uso de combustibles fósiles. prácticamente una sentencia de muerte. La euforia en las sedes petroleras es incluso mayor que la alegría desatada en las oficinas de los fabricantes de armas. Las petroleras están exoneradas de las críticas de los estúpidos ecologistas y piden que se les ame (que se les abrace como dicen ellos), como salvadores de la civilización, mientras se les autoriza a afanarse para destruir el futuro de la vida humana en la Tierra. Por no hablar de la ingente cantidad de especies que estamos destrozando desenfrenadamente. Esto está ocurriendo a la vez que nos llega el análisis más acuciante hasta ahora del IPCC, la agencia internacional que observa el clima. En su presentación de agosto advierte de que tenemos que reducir inmediatamente el uso de combustible fósil y no considerablemente cada año, si queremos evitar puntos de no retorno que ya no quedan muy lejos. Ni un demonio perverso habría elucubrado una tesitura así; por un lado, intentos enormes de aumentar el combustible fósil para salvar la civilización y por el otro, se reconoce que hay que reducirlo sin demora para salvarnos de una catástrofe inimaginable.
Esa es la situación actual y eso no es todo, la crisis de Ucrania amenaza con guerra nuclear, lo que significa guerra terminal. No se escapa nada, el país que lance el primer ataque, quedará destrozado hasta tal punto que los afortunados serán los que mueren rápido. Y eso no es una perspectiva remota, Putin ya ha emitido una alerta nuclear, probablemente simbólica pero no sabríamos donde podría acabar. Rusia tiene un sistema de alerta muy débil, depende del radar que sólo llega al horizonte; a diferencia de Estados Unidos que usa detección por satélite y advierte a la primera señal de ataque inminente. Rusia apenas tiene alertas de ataque y por tanto, podría ser un ataque devastador incluso en caso de accidente como los que han ocurrido muchas veces y en los que la intervención humana ha evitado la destrucción total. La amenaza empeoró mucho, cuando el terremoto de Trump desmanteló el tratado INF entre Reagan y Gorbachov, dejando a Moscú a pocos minutos de misiles nucleares colocados cerca de sus fronteras tras la expansión de la OTAN de Clinton y sus sucesores.
El desmantelamiento del tratado ABM que hizo George W. Bush con consecuencias similares. Según los sondeos, más de un tercio de los estadounidenses están a favor de «tomar medidas militares (en Ucrania) aunque esté en juego la guerra nuclear con Rusia». Eso significa que más de un tercio de los estadounidenses obviamente no entiende lo que significa un conflicto nuclear. Escuchan proclamas heroicas en el Congreso y la prensa sobre crear una zona de exclusión aérea, que hasta ahora está evitando el Pentágono porque entiende que ese requeriría destruir instalaciones antiaéreas en Rusia y probavblemente pasar a una guerra nuclear.
Aparte de dicha locura, es obvio para cualquiera que tenga un cerebro funcional, que nos guste o no, Putin tendría que tener algún tipo de salida, al menos si nos preocupa lo más mínimo el destino de los ucranianos y del mundo. Desafortunadamente, parece que los atrevbidos y descerebrados imitadores de Winston Churchill son más atractivos que preocuparse por las víctimas de Ucrania y más allá. ¿Qué podemos hacer? La única opción es trabajar con entrega: educación, organización y medidas para dramatizar las amenazas, confeccionadas para amenizar el apoyo. No es una tarea simple, es necesario para sobrevivir.
*Análisis e Intervención a cargo del profesor emérito del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), Noam Chomsky, durante el Seminario Internacional sobre Resolución de Conflictos en el marco del Derecho Internacional ante la invasión de Ucrania. 30 de marzo de 2022, desde el Salón de Actos de la Universidad Carlos III de Madrid, Campus Puerta de Toledo.