NOTA PERIODÍSTICA/ACTUALIDAD/ANÁLISIS.
En el mes de marzo de 2022, el gobierno de El Salvador lanzó una ofensiva de seguridad considerada como la más implacable de su historia en su reciente intento de debilitar a las tres principales pandillas del país centroamericano: Mara Salvatrucha (MS13), Barrio 18 Revolucionarios (18R) y Barrio Sureños (18S).
Por tanto, las campañas de represión anteriores, que abarcaron un sinnúmero de décadas, no lograron acabar con las pandillas, las cuales llevaban mucho tiempo aterrorizando a comunidades tanto dentro como fuera del país. Sin embargo esta, las ha debilitado de manera considerable. Pues el el Presidente Nayib Bukele, quien asumió el cargo en 2019, es el principal artífice de este esfuerzo. Así, tras un repentino aumento de la violencia de las pandillas desde marzo de 2022, la Asamblea Legislativa, cuya petición fue solicitada por Bukele, declaró un régimen de excepción con un mes de duración, suspendiendo los derechos constitucionales y flexibilizando las normas para ordenar arrestos.
Desde ese entonces, en el marco de una brutal campaña anti-pandillas, los cuerpos de seguridad han detenido a más de 77.000 personas, o sea, más del 1% de los 6,3 millones de habitantes del país. Pues el régimen de excepción se ha prolongado por 20 meses consecutivos, pese a las denuncias hechas por organizaciones de Derechos Humanos y medios de comunicación acerca de detenciones arbitrarias, basadas en escasas o nulas pruebas, así como falta de garantías procesales entre ellas, la imposibilidad de acceder a una defensa.
De ello también se desprenden informes de tortura, como también de fosas comunes, que incluyen a más de 150 fallecidos en las cárceles desde el comenzó del estado de excepción. A pesar de eso, la controvertida ofensiva parece haber hecho una incapacitación de las pandillas, al menos por un tiempo. Ello ha contribuido incluso, a reducir la violencia a mínimos históricos, dando un respiro a comunidades invadidas anteriormente por estos grupos, lo que ninguna medida había logrado antes.
En tanto, Bukele, cuyas políticas gozan de gran aprobación entre los salvadoreños, declaró la victoria sobre las pandillas. Mas, tanto los críticos como los partidarios del régimen de excepción cuestionan la sostenibilidad a largo plazo acerca de una política de seguridad considerada muy agresiva.
Uno de los factores son el hacinamiento en las cárceles y, sobre todo, la posibilidad de que las pandillas -o algún facsímil de estas- vuelvan algún día, también suscitan preocupación. Con estos antecedentes, un medio se embarcó en una investigación destinada a la evaluación sobre el impacto de la represión de Bukele a las pandillas. Así, durante los últimos 9 meses, dicho medio investigó la respuesta de estos grupos al régimen de excepción, analizando lo que podría ocurrir a futuro.
Se realizaron más de 100 entrevistas cuyas fuentes provienen de El Salvador, México, Estados Unidos, Honduras y Guatemala, todos ellos son miembros activos y semi-retirados de las pandillas, contando además funcionarios de seguridad y de prisiones, abogados independientes, políticos y personas detenidas en medio del régimen de excepción.
Dicho medio también habló con residentes de 15 bastiones antiguos de las pandillas en El Salvador a fin de conocer cómo ha cambiado la vida en comunidades antaño invadidas por las pandillas, ya que en la mayoría de los casos, las fuentes solicitaron el anonimato para poder hablar más libremente.
Dicho equipo, tuvo también acceso a informes confidenciales de inteligencia elaborados por la policía de El Salvador que les permitieron ofrecer estimaciones precisas sobre el número de miembros de las pandillas detenidos en el régimen de excepción. Los archivos además, ayudaron a evaluar otras actividades delictivas, como la extorsión, a la vez que arrojaron luz sobre las posibles estrategias aplicadas por los líderes de las pandillas después de iniciado el régimen de excepción. Estas son las principales conclusiones en términos más breves:
– Las pandillas han sido neutralizadas:
La rapidez y la magnitud de las detenciones realizadas en medio del régimen de excepción, han diezmado las filas de las pandillas, lo que ha obligado a decenas de miembros a huir al extranjero o esconderse en El Salvador. Las pandillas pues, ya no poseen una estructura callejera para controlar territorios. Por tanto, ya no pueden extorsionar a la gente ni vender drogas a nivel nacional.
– Las pandillas no montaron una respuesta coordinada a la represión de Bukele, ni armada ni de otro tipo:
A diferencia de operaciones anteriores, las pandillas no han tomado las armas debido al régimen de excepción, ya que no está claro si la falta de una respuesta coordinada ha sido una táctica deliberada, o si las pandillas se encontraron sobrepasadas por la ferocidad y rapidez de la represión. De hecho esto último parece más probable, en razón de los informes de rupturas en la comunicación y jerarquía de las pandillas antes y después de que comenzase el régimen de excepción.
– Los miembros de las pandillas permanecen escondidos:
La inminente amenaza de detención en El Salvador hace que pocos pandilleros salgan de sus escondites. Por tanto, quienes buscan refugio en países cercanos -México, Guatemala, Honduras y Estados Unidos- se abstienen mayormente de delinquir, con la esperanza de evitar ser deportados. De hecho, los pandilleros en el exilio no han conseguido aún reagrupar a las células de la MS13 o de Barrio 18 en el extranjero.
– Los miembros de las pandillas encarcelados están en modo de supervivencia:
Dichos informes venidos del interior de las prisiones de El Salvador sugieren que las fuerzas de gobierno ejercen un control casi total detrás las rejas. De acuerdo a los informes, funcionarios de prisiones han sometido a los detenidos a abusos físicos y psicológicos. Las pandillas casi no tienen contacto con el exterior y les cuesta comunicarse entre celdas, pues el extremo sometimiento ha impedido hasta hoy, que las pandillas aprovechen el grave hacinamiento para consolidarse y reclutar nuevos miembros, o bien, que reorganicen sus estructuras y modus operandi, como lo hicieron en el pasado.
– Las disposiciones legales extremas, la amplia interpretación de la legislación vigente y la centralización del poder político fueron decisivas para doblegar a las pandillas:
Aquí, la suspensión de los derechos básicos permitió al gobierno detener más personas a un ritmo más rápido que antes. Tiempo después, las medidas legales aprobadas durante el régimen de excepción permitieron además detenciones prolongadas sin necesidad de presentar pruebas o cargos formales. Por tanto, la amplia interpretación de las leyes vigentes, que ha sido combinada con información de inteligencia no corroborada como motivo de detención, facilitó la estrategia de encarcelamiento masivo. Asimismo, el sistema se basa en la alineación de los poderes del Estado en torno a la presidencia de Bukele, quien lleva un control de esta triada de mandato. El Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial trabajan conjuntamente para perpetuar estas medidas legales e idear nuevas herramientas jurídicas destinadas a mantener a los pandilleros entre rejas a cualquier costo.
– Las pandillas están debilitadas, pero no derrotadas:
De acuerdo a informes, por lo menos un tercio de los pandilleros sigue libre, mientras que unas 53 células siguen activas en El Salvador, de acuerdo a estimaciones de la policía, ya que esto sugiere que las estructuras de la MS13 y el Barrio 18, si bien se encuentran inactivas, continúan existiendo de alguna forma. Es posible también que en algunas zonas queden remanentes de dichas pandillas dedicadas a la extorsión o al tráfico de drogas, aunque ahora a una escala mucho menor.
– Es posible que las pandillas, tal y como existían antes del régimen de excepción, no vuelvan jamás:
A no ser que se produzca un cambio de 360 grados en la política de seguridad del gobierno, la posibilidad de una reaparición de estos grupos parece remota, en razón de las herramientas legales que posee el gobierno para detener a los miembros de pandillas y mantenerlos encarcelados. Sin embargo, las carencias económicas y sociales que alimentaron el crecimiento de las pandillas, persisten en barrios antiguamente dominados por la MS13 y el Barrio 18, pudiendo empujar a los remanentes de estos grupos nuevamente a la actividad delictiva, o bien engendrar nuevos grupos de delincuentes. Al respecto y según dicho informe, el gobierno no parece tener un plan para abordar el fondo de las causas de violencia entre las pandillas.
Si bien en conclusión, todos estos antecedentes elaborados por dicho medio de investigación da cuenta de lo que está ocurriendo con las pandillas, lo cierto es que hoy se ve como nunca antes en la historia de El Salvador, un combate que el gobierno ha realizado en contra de históricos grupos criminales que han sembrado por muchos años el terror en gran parte de Centroamérica, pero que hasta la fecha, nadie se ha atrevido a desafiarlas o detener su avance. Pero una cosa es cierta: nadie imaginó hasta ahora cómo los niveles de delincuencia extrema han sido reducidos como tampoco se veía un orden en las calles de El Salvador, siendo dicha medida vista de diferentes maneras, tanto por detractores como seguidores del Presidente Bukele.