NOTA PERIODÍSTICA/ÓPERA/MÚSICA CLÁSICA/GRANDES COMPOSITORES.
Uno de los autores italianos que más ha destacado por su creación operística marcando toda la línea melódica y el bel canto, ha sido sin lugar a dudas, el gran Giuseppe Verdi. En esta presente nota, dedicaremos este espacio al análisis de la más brillante de las óperas que ha marcado el estilo y la trayectoria del compositor: Otello.
Considerada por muchos oyentes y estudiosos, la obra maestra de Verdi así como la cumbre de su carrera dramática, Otello mezcla tradición y modernidad. Pues es el drama por excelencia, que incluye una elaborada y peligrosa mezcla de maldad, traición y celos que suelen llevar a un desenlace fatal. La pieza, basada en la obra homónima de William Shakespeare, dramaturgo británico admirado desde siempre por Verdi, el compositor logró poner su música al servicio del texto, motivo por el que creó la ópera con gran fuerza dramática a lo largo de su carrera, marcando un nuevo camino para la ópera italiana.
A continuación, haremos una descripción al detalle de esta ópera y su principal argumento:
La acción transcurre en Chipre hacia la costa, finales del siglo XV.
PRIMER ACTO:
El exterior del castillo.
La acción comienza de ipso facto sin obertura. He aquí una rapidísima escala en los vientos y un acorde apoteósico a cargo de la orquesta que da paso a la tormenta, la cual abre la primera escena. Así, Yago, Cassio, Rodrigo y Montano, junto con los soldados y ciudadanos chipriotas, observan desde la costa cómo la nave de Otello intenta llegar a puerto en medio de un huracán. El coro ruega por Otello en una morrocotuda plegaria, la cual se mezcla con el ruido en la orquesta de los rayos, olas y cañones (Dio, fulgor della bufera!). Otello pese a todos los embates, consigue llegar a puerto proclamando la victoria sobre el ejército musulmán con su famosísima frase de presentación (Esultate!), que implica una enorme exigencia vocal y un tono heroico imponente. Tras eso, el pueblo celebra la victoria y Otello se va.
Yago en tanto, conversa con Rodrigo que está enamorado de Desdémona, la mujer de Otello. Le confiesa a este último que también odia al moro por haber nombrado capitán a Cassio en lugar de él. Aparte, la muchedumbre se reúne en torno a una fogata y se dispone a entonar un bello coro que imita el crepitar del fuego, comparándolo con la llama del amor que, así como que crece rápido, rápido se extingue (Fuoco di gioia!). Yago a su vez, incita a Rodrigo a hacer beber a Cassio. Acto seguido, pronuncia un brindis en forma de canción estrófica (Inaffia l’ugola! Trinca, tracanna!) donde el acompañamiento de la orquesta, staccato y rítmico, se puede entender como una descripción musical del progresivo estado de ebriedad de Cassio. Asimismo, Montano entra a escena para llamar a Cassio a la guardia. Por orden de Yago, Rodrigo provoca a Cassio y ambos se enfrentan en un duelo de espadas, pero Montano se interpone y resulta herido. En ese momento, Otello llega alarmado por el ruido. Luego de ver la situación y para alegría de Yago, Otello degrada a Cassio de su puesto, ordena el auxilio de Montano y que todos salgan del lugar para quedarse a solas con Desdémona, que entró en escena.
Mientras Otello y Desdémona intercambian palabras de amor en un bellísimo dúo, formado por breves secciones musicales, estas culminan en la frase “E tu m’amavi per le mie sventure, ed io t’amavo per la tua pietà”, que es repetida por Desdémona y a la vez entrelazada por ambos personajes en un momento sublime. El acto a su vez, termina con los tres besos de Otello a Desdémona, mientras Venus aparece en el cielo y la pareja entra abrazada al castillo.
SEGUNDO ACTO:
Una sala en la planta baja del castillo.
La orquesta inicia el acto con un corto motivo musical que es repetido y que hace referencia a Yago. Éste a su vez, anima a Cassio a hablar con Desdémona a fin de que interceda por él ante Otello. En tanto, su verdadera intención es muy distinta. Cuando Yago queda a solas, inicia su famoso Credo, consistente en un monólogo que empieza con una sobrecogedora frase al unísono de toda la orquesta en el que saca a relucir toda su maldad, mostrándose como el probable mayor villano de la historia en toda la ópera (Credo in un dio crudel…). Tras el solo interpretado, Yago espía a Cassio y Desdémona, que hablan en el jardín. Otello por su parte entra en escena y le pregunta a Yago si el que hablaba con su esposa era Cassio, Yago por su parte se hace el inocente y evade las preguntas de Otello, pero le hace creer que Desdémona le es infiel con Cassio.
Desdémona al mismo tiempo, aparece rodeada de un grupo de hombres, mujeres y niños que le ofrecen flores y regalos al son de la mandolina (Dove guardi splendono raggi…). Al terminar el coro, Desdémona se acerca a Otello seguida de su dama de compañía, Emilia que también es esposa de Yago. Le pide a su marido que perdone a Cassio y le reintegre a su puesto. Al oír a su mujer hablar de Cassio, el rostro de Otello se nubla. Mientras tanto, Desdémona le ofrece un pañuelo para secar su frente sudada, pero el moro lo rechaza y lo tira al suelo. Emilia recoge el pañuelo y Yago le ordena que se lo entregue. En la escena, todos cantan un cuarteto donde Desdémona pide el perdón de Otello por haberlo ofendido de manera inconsciente, mientras éste se lamenta por su supuesta pérdida. Yago y Emilia por su parte, discuten por el pañuelo (Dammi la dolce e lieta parola…).
Poco después, las dos mujeres salen de escena, mientras Yago y Otello retoman su conversación. Éste último acusa al alférez de arruinar su felicidad con la semilla de la duda y los celos, alzándose en un épico canto donde lamenta el fin de sus días de gloria (Ora e per sempre addio…). El moro a su vez le pide violentamente a Yago una prueba de lo que ha dicho y éste le cuenta cómo en sueños, escuchó a Cassio pronunciar palabras de amor a Desdémona (Era la notte…). La voz de barítono de Yago cambia momentáneamente para imitar el color de la voz de Cassio. Pues se trata de uno de los fragmentos más melódicos de la ópera, que ofrece un contraste musical entre los acontecimientos que están llevándose a cabo y los de la historia narrada por Yago (se tratará a profundidad en el cuarto acto). Aquella narración ya es suficiente para encender la ira de Otello, sin embargo, Yago le ofrece una segunda “prueba” jurando ver el pañuelo de Desdémona en manos de Cassio. Tras esta nueva revelación, el moro explota de rabia, pidiendo sangre y venganza en una cabaletta a la que más tarde se une Yago (Sì, pel ciel marmoreo giuro!) que da un apoteósico fin a este acto.
TERCER ACTO
Gran sala del castillo.
En ese momento, un heraldo anuncia la llegada de los embajadores venecianos, allí Yago insta a Otello a fingir ante Desdémona hasta que vuelva con Cassio y tengan más pruebas. El alférez se va y llega Desdémona quien inicia un dúo con Otello, donde por un momento, parece que todo está olvidado (Dio ti giocondi, o sposo…). Cuando su mujer saca a relucir nuevamente el tema de Cassio, Otello finge encontrarse mal cosa que Desdémona le ofrezca el pañuelo. En cuanto ve que el que le da no es el mismo que le había regalado, Otello le ordena ir a buscarlo, pero Desdémona cree que sólo es una forma de evitar el tema de Cassio por lo que le insiste, mientras el moro repite una y otra vez “¡El pañuelo!”. Al final, Otello acusa a su esposa de ser una “vil cortesana”, lo que ésta niega rotundamente. Él retoma por un momento la dulce melodía con la que iniciaba el dúo, sólo para terminar repitiendo su insulto y al poco, empujar a Desdémona para que salga de la sala.
Una vez a solas, Otello canta su monólogo Dio! Mi potevi scagliar, que parte con frases más o menos recitadas a fin de pasar a una mayor expansión lírica en la segunda parte. Yago por su parte vuelve a escena, anunciando la llegada de Cassio. Aprovechando eso, Otello se esconde para escuchar la conversación. Cassio busca a Desdémona para pedirle de nuevo que hable en su favor. Yago en tanto, pide a Cassio que le hable de Blanca, (una mujer que está enamorada de él), en voz bastante baja para que Otello no sepa de quién están hablando. Al escucharles reír y hablar de “amores fugaces”, da por sentado que se refieren a Desdémona. En ese momento, Cassio saca el pañuelo (que Yago había dejado oportunamente en sus aposentos) y le pregunta a este por su dueño. Otello ve el pañuelo y obtiene la prueba definitiva: acto seguido, una trompeta anuncia la presencia de la embajada veneciana y Cassio sale de escena.
Yago entremedio sugiere a Otello que Desdémona muera ahogada, en su cama “donde ha pecado”. El moro le nombra a éste Capitán por sus servicios. Ambos son interrumpidos por los gritos de la muchedumbre que aclama al embajador veneciano, Lodovico. Éste llega con un mensaje donde anuncia el nombramiento de Cassio como sucesor de Otello, a quien se reclama inmediatamente en Venecia. Desdémona expresa el deseo de que Cassio y Otello se reconcilien y éste se vuelve amenazante hacia ella, tirándola al suelo. Mientras el solo de Desdémona, que empieza con exclamaciones entrecortadas de vergüenza y horror (A terra!… sì… nel livido fango), se va elevando poco a poco en una bellísima frase hasta el Si agudo el cual da paso a un colosal concertante. Con intrincadas frases y melodías cruzadas, todos lamentan la terrible situación mientras Yago y Otello siguen tramando su venganza. Al final del concertante, Otello maldice delante de los presentes a Desdémona. En una especie de coda del acto, Otello y Yago quedan a solas. El moro se vuelve loco, desmayándose entre gritos de angustia. Yago por su parte, se regodea ante el cuerpo de Otello, el gran león de Venecia ha caído.
CUARTO ACTO Y FINAL
La habitación de Desdémona.
En su habitación, Desdémona le narra a Emilia la historia de una doncella abandonada por su amante, que en medio de su tristeza cantaba “La canción sauce”. Este canto (Piangea cantando…), considerado una bella aria de tres estrofas, con una frase a cappella que actúa como estribillo (“Oh! Sauce, sauce, sauce…”), es interrumpido un montón de veces por los comentarios de Desdémona a su dama y el ruido del viento, el cual llega como presagio de muerte. Acabada la narración, las dos mujeres se despiden y Desdémona se va al altar para hacer sus oraciones. En una especie de salmodia, recita el Ave María, que más tarde se convierte en un ruego personal de extraordinaria dulzura y belleza. Desdémona se acuesta y Otello entra en la habitación. Éste se acerca a ella y la besa tres veces. Desdémona se despierta y ve a su marido, quien le insta a confesar sus pecados, pues ha llegado su hora de morir. Ella, completamente horrorizada, pide piedad y niega amar a Cassio. Otello le confiesa que Cassio ha muerto (pues Yago le ha pedido a Rodrigo que se encargue de él), el moro, ignorando los suplicantes gritos de su esposa, la ahoga con sus propias manos en medio de un fragor orquestal que se extingue tanto como la vida de Desdémona.
Emilia toca la puerta y entra anunciando la muerte de Rodrigo a manos de Cassio, que todavía vive. A su vez, Desdémona pronuncia débilmente sus últimas palabras en su lecho de muerte: “Injustamente asesinada…”. En tanto, Otello confiesa el crimen y Emilia pide socorro. Al escuchar los gritos, entran en la estancia Lodovico, Cassio, Yago y Montano con varios guardias armados. Tras mencionar Otello el pañuelo, Emilia descubre la trampa y refiere que todo fue una vil idea de Yago, que huye de la sala. Otello, agravado por la situación, se acerca al cuerpo de Desdémona y contempla su pálida belleza (Niun mi tema…). Al comprender el horroroso crimen que ha cometido, saca un puñal y se lo entierra a sí mismo. Y ya al recuperar la melodía del dúo del primer acto, el moro se acerca a la rastra a su inmóvil amada e intenta besarla con su último aliento, cayendo muerto a su lado.
Una obra sobrecogedora donde las pasiones de veras se ponen a prueba y dan cuenta de una tragedia que sacude los sentidos del espectador. Por tanto, el Otello de Shakespeare, y el de Verdi en colaboración con el libretista Arrigo Boito, comparten una misma idea: no sólo es la historia de un malvado que destruye a su superior, sino que es la historia de un hombre que experimenta la imposibilidad de distinguir el amor de la vida. Algo que, tomando en cuenta la narrativa del mismo, inmortalizan un drama que raya en la locura, los celos y el amor enfermizo, lo que describe fidedignamente al personaje.