NOTA PERIODÍSTICA/CRÓNICA ROJA/POLÍTICA INTERNACIONAL/HISTORIA POLÍTICA.
A las 9 de la mañana, la Iglesia de Santa Chiara tocaba sus campanadas mientras Aldo Moro, quien fuera uno de los poderosos Jefes de Estado de Italia y hasta su muerte, parlamentario representante de la Democracia Cristiana, salía de su casa junto a su escolta, desplazándose hacia la Cámara de Diputados donde lo esperaban. Momentos antes, se detuvo frente a la mencionada iglesia donde asistiría a la misa de aquella hora, ubicada en las afueras de Roma. Por ese lado, también se hallaba el barrio donde vivía. En tanto, los dos autos que conformaban la escolta por la Via Stressa, fueron interceptados por un Fiat 128 que llevaba patente diplomática, cuyos ocupantes los obligaron a detenerse.
Poco después, se formó una tormenta de plomo sobre los vehículos, que fueron ametrallados por una decena de miembros perteneciente a la guerrilla de las Brigadas Rojas (Brigate Rosse, en italiano) que iniciaron los ataques, algunos de ellos, disfrazados de pilotos de AlItalia, destacada aerolínea internacional del país. Debido a la cruel emboscada, los cinco escoltas no tuvieron ni tiempo para desenfundar las armas, siendo masacrados en el acto. Sólo un hombre permaneció hasta ese momento ileso y aterrorizado por lo ocurrido: Aldo Moro. Sin embargo, aquel 16 de marzo de 1978, Italia se sumergió en una pesadilla de 55 días, que provocó el secuestro y asesinato de Moro por parte de las BR, dejando su cadáver en el maletero de un Renault 4 rojo (una renoleta) que apareció el 9 de mayo de ese año. El mencionado auto se hallaba estacionado en la Via Caetani ubicada en el centro de Roma, a medio camino entre las sedes de la Democracia Cristiana y del Partido Comunista Italiano (PCI), que los asesinos del ahora ex-Primer Ministro (había terminado su segundo mandato en 1976) de 61 años consideraron simbólico, pero terminó siendo una broma política de muy mal gusto.
En base a lo ocurrido, los fantasmas de aquel horrible magnicidio sucedido hace 46 años, aún obsesionan a Italia que no supera este difícil trance histórico, que conmocionó a toda Europa y generó revuelo en todo el mundo. Las gestiones hechas hasta ese momento para liberar a Aldo Moro de su secuestro por parte de las Brigadas Rojas fueron simplemente insuficientes y pese a todas las apelaciones hechas especialmente por el Papa Pablo VI que además era su amigo personal, no fueron escuchadas. Incluso en su cautiverio, Moro envió repetidas cartas donde acusó a sus compañeros de partido de haberlo abandonado. Cabe señalar que en ese entonces, Italia vivía en los años 70 un periodo conocido como los «Años de Plomo», donde se enfrentaban bandos neo-fascistas que apelaban por el «terrorismo negro» en el que se tomaban elementos de la Segunda Guerra Mundial, y los grupos obreros del país de corte marxista-leninista, en el que también se vio involucrado el Partido Comunista Italiano (PCI).
Sin embargo, las BR estaban constituidas por un grupo de comunistas expulsados que optaron por la vía radical haciéndose célebres por el principal elemento que llevaban en su propio logo: una estrella que iba en medio de la tipografía «Brigadas Rojas». Así, tras secuestrar a Aldo Moro, y varios días de movilización en las calles de Italia donde se exigía la liberación del otrora Primer Ministro, quien se vio afectado por varias tiranteses políticas que fueron la causa de su secuestro, hasta que fue encontrado sin vida en el mismo portamaletas de la renoleta en que fue abandonado su cadáver, dando las imágenes la vuelta al mundo, agolpando a su vez a todos los medios del país y el resto del mundo a informar su brutal deceso.
Por último es preciso destacar que a comienzos de los setenta, en medio de toda esta parafernalia de desacuerdos políticos que se vivían en ese entonces, Moro fue uno de los líderes de la política italiana que se fijó en el proyecto eurocomunista de Enrico Berlinguer denominado Compromesso Storico. Este líder comunista italiano proponía una conjunción solidaria entre comunistas y demócrata-cristianos italianos a fin de afrontar la grave crisis económica, social y política que vivía Italia en ese momento. Moro, quien en ese entonces era Presidente de la Democracia Cristiana, ayudó a buscar una manera de llegar a un gobierno de concertación, que él mismo llamó de solidaridad nacional, a fin de garantizar una mutua colaboración entre ambas facciones políticas, que a la larga acabaría socavando y generando el caldo de cultivo para el secuestro que le llevaría a la muerte.
Un caso que como reiteramos, no deja dormir a Italia y que a la fecha está lleno de misterios, mientras que en el último tiempo se han ido develando pormenores del hecho que aún tienen con una lágrima por derramar e impotencia seguida de rabia a todo el país.