CAMILLE CLAUDEL: LA ATORMENTADA EXISTENCIA DE UNA ARTISTA Y SU VÍNCULO CON AUGUSTE RODIN

NOTA PERIODÍSTICA/HISTORIA DEL ARTE/BIOGRAFÍAS.

He aquí la historia de una artista francesa que en su época rompió cánones en base a la escultura de la cual conoceremos en esta nota dedicada a la Historia del Arte.

“No me dejes aquí sola” o “Reclamo a gritos la libertad” fueron las súplicas y rebeldía de Camille Claudel (1864-1943) hacia su hermano Paul mediante cartas enviadas desde el manicomio francés de Montdevergues. Sus ruegos no fueron escuchados y la escultora permaneció allí internada hasta su muerte. Su talento despuntó pronto. Su padre, Louis-Prosper Claudel, fue el primero en advertirlo. Por ello, y luego de pedirle consejo al escultor Alfred Boucher, la familia se trasladó a París a fin de que Camille ingresara en la Academia Colarossi, una de las pocas que aceptaba mujeres.

Así, la adolescente Camille también compartió por unos años, un estudio con varias escultoras inglesas, entre ellas, Jessie Lipscomb que se convertiría en su amiga y en futuras ocasiones, actuaría como intermediaria entre ella y el célebre Auguste Rodin. A poco andar, Camille obtuvo buenas críticas con la presentación de «La vieja Helena» (1882) en el Salón de Artistas Franceses, apareciendo por primera vez en la prensa parisina. No obstante, el punto de inflexión en su vida empezó en 1883, cuando conoció a Rodin. El escultor, que quedó fascinado por la belleza y la capacidad de Camille, se convirtió en su maestro. Aparte, su encuentro dejaría huella tanto en el arte como en la vida de ambos.

Rodin le propuso formar parte del grupo que colaboraba en su taller. En ese momento estaba trabajando en «Las puertas del infierno». La misma Claudel se encargó de modelar las manos y pies de todas las figuras. Fue la única mujer del estudio, mientras que su presencia provocó comentarios y bromas. Mas, gracias a su seriedad y trabajo constante, se ganó la admiración de sus compañeros. De ayudante de aquel maestro, Camille pasó a ser su musa, amante y modelo. El pintor tenía en ese entonces 43 años, mientras que ella, tenía 19. Decidieron compartir un taller privado en la casa conocida como Folie-Neubourg buscando intimidad.

Allí, la escultora colaboraba en la obra de su mentor desarrollando sus propios trabajos. Entre ellos, «Sakuntala» (1888), «Busto de Rodin» (1889) o «El vals» (1892), donde imprimió un enorme contenido emocional. Por esos años de creación intensa, sufrió la incomprensión de su madre y su hermana, que no soportaban los rumores que corrían por París. Camille por tanto, se vio obligada a abandonar la casa familiar. Pese a la pasión que ambos sentían, la relación de los escultores era complicada, ¿el motivo? Rodin tenía una mujer, Rose Beuret y Camille sentía la sombra de su maestro sobre su arte. Se hartó de escuchar comentarios de quienes veían, detrás su obra, la mano del artista. Luego de 15 años de amor y trabajo conjunto, Camille dio por terminada la relación, harta de infidelidades y de sólo ser la amante o la alumna de Rodin.

Así, Camille se volcó en la escultura. Sin salir de casa y abandonada de sí misma,  sufriendo por consiguiente estrecheces económicas (obviamente por no cumplir con la entrega de sus obras a los galeristas), su salud se fue debilitando. De ahí, se le presentaron los primeros síntomas de locura, partiendo con una destrucción masiva de sus trabajos. En 1913, al morir su progenitor, su madre decidió internarla en un sanatorio, donde se le diagnosticó “manía persecutoria” y “delirios de grandeza”. Camille en tanto, acusó a Rodin de su desgracia: creía que este temía ser superado por su alumna. Así, luego de tres decenios de encierro, murió en el manicomio en absoluta soledad.

Al final, la artista pagó con la reclusión y el olvido su dedicación a la escultura, una pasión por la cual rompió moldes en una sociedad que daba a la mujer un papel doméstico. Y hoy, quince de sus esculturas se exponen en el Museo Rodin por expreso deseo del escultor. Una de ellas, «La edad madura» (1895), donde una joven implora de rodillas a su amado que no la abandone, pese a que éste se aleja en brazos de una mujer descarnada, Esa muchacha no es otra que Camille, quien trata de retener a su amante, en su huida con Rose, siendo retratada como la imagen de la muerte.

En pocas palabras, una artista que se atrevió a ser libre en medio de una sociedad machista y ampliamente restrictiva.

También te puede interesar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *