Por Ximena Sepúlveda Varas[1]
En los últimos días, las declaraciones del senador Francisco Huenchumilla respecto a la Coordinadora Arauco Malleco (CAM) y su relación con el crimen organizado han suscitado polémica. Huenchumilla afirmó que los ataques perpetrados por la CAM no corresponden al crimen organizado, sino a una forma de violencia política. Como era de esperar, las críticas no tardaron en llegar, especialmente desde sectores de la oposición, que rápidamente catalogaron estas palabras como fuera de lugar, sugiriendo incluso que el senador vive en un mundo de fantasía, aludiendo a «Narnia».
Es, precisamente, desde este imaginario que quiero invitar a una reflexión. ¿Estamos realmente entendiendo el conflicto en La Araucanía o, como los personajes en Narnia, estamos desconectados de la realidad profunda que subyace a estas tensiones? Acompáñenme a explorar los matices que se esconden tras la aparente simplicidad de esta discusión.
Crimen Organizado: Definiciones y Realidades
Cuando hablamos de crimen organizado, debemos ser rigurosos en la definición. Las organizaciones criminales, como el Tren de Aragua, operan bajo dinámicas claras: extorsión, tráfico de drogas, asesinatos, y la creación de redes mafiosas cuyo fin es lucrar y controlar territorios mediante la violencia. Son grupos que utilizan la amenaza y el poder bélico para obtener beneficios económicos y controlar mercados ilícitos.
En contraste, lo que ha llegado a La Araucanía con estas características son redes externas, insertadas en un contexto ya tensionado. Se trata de organizaciones criminales cuyo modus operandi responde a patrones importados, muy distintos de las dinámicas locales del conflicto mapuche. En este sentido, debemos ser cuidadosos en no confundir dos fenómenos que, aunque ambos violentos, tienen motivaciones y finalidades profundamente diferentes.
La CAM y la Violencia Política
Por otro lado, la CAM no es una organización criminal en el sentido tradicional. Independientemente de si compartimos o no sus métodos, sus actos violentos no buscan lucro personal ni control de mercados ilícitos. La CAM se define como una organización política que persigue reivindicaciones territoriales y el reconocimiento de derechos históricos del pueblo mapuche. En otras palabras, lo que buscan es alterar el orden social y político, no enriquecerse a costa del sufrimiento ajeno, como lo hacen las mafias.
Su violencia, aunque condenable en una democracia, tiene una motivación política: enfrenta al Estado chileno para presionar por soluciones a demandas históricas no resueltas. Esta distinción es esencial para evitar simplificaciones que, lejos de aportar, oscurecen el problema y dificultan su solución.
La Distinción Crucial: Crimen Organizado vs. Resistencia Política
En este punto, la distinción entre crimen organizado y resistencia política debe quedar clara. El crimen organizado, como ya hemos señalado, tiene fines de lucro y de control territorial con fines delictivos. En cambio, la violencia de la CAM, aunque repudiable, busca reivindicar derechos que consideran usurpados. Esta violencia política no es única de Chile; movimientos de resistencia han surgido en todo el mundo y en distintas épocas, siempre ligados a conflictos de desigualdad, opresión y marginación histórica.
Sin embargo, clasificar la violencia de la CAM dentro de la categoría de crimen organizado sería un error conceptual que puede entorpecer cualquier intento de diálogo o resolución del conflicto en La Araucanía. Ignorar las motivaciones históricas y culturales detrás de estos actos sería simplificar de forma peligrosa un conflicto que ha durado más de un siglo.
Entender la Historia y el Conflicto Mapuche
El conflicto en La Araucanía tiene profundas raíces históricas. No podemos abordar este problema sin mirar al pasado y reconocer las injusticias estructurales que han afectado al pueblo mapuche. Las demandas de tierras y autonomía no surgieron de la nada. Durante décadas, las políticas del Estado han intentado pacificar el conflicto, pero sin ofrecer soluciones que resuelvan las causas de fondo.
Para avanzar hacia una solución sostenible, es imperativo entender que la violencia, en este caso, es un síntoma de un conflicto no resuelto. Lamentablemente, etiquetar a la CAM como una organización criminal no contribuye a la comprensión ni a la resolución del problema.
El Rol de la Comisión para la Paz y el Entendimiento
Es aquí donde el trabajo de la Comisión para la Paz y el Entendimiento, de la cual el senador Huenchumilla es copresidente, cobra importancia. Esta instancia tiene como objetivo proponer soluciones concretas para las demandas históricas del pueblo mapuche, en particular en lo que respecta a la restitución de tierras. La violencia es condenable, pero no podemos ignorar el contexto que la produce. Es fundamental avanzar en el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas y ofrecer soluciones políticas y jurídicas que permitan la reconciliación.
Más Allá de Narnia, el Camino del Diálogo
Si algo nos enseña la metáfora de Narnia es que las realidades pueden ser complejas y que lo que parece fantástico a primera vista puede tener raíces en verdades profundas que no queremos o no sabemos ver. La violencia en La Araucanía es un síntoma de un conflicto que lleva años sin resolver, y clasificar todos los actos violentos como crimen organizado solo perpetuará el ciclo de incomprensión y violencia.
Es hora de dejar de lado las simplificaciones y abrir el espacio al diálogo y al entendimiento. Como país, tenemos la oportunidad de enfrentar este conflicto desde la verdad y el reconocimiento histórico, en lugar de caer en la trampa de la categorización fácil y superficial. Huenchumilla tiene razón al plantear que la CAM no es crimen organizado; es hora de que nosotros también reconozcamos las diferencias y avancemos hacia una solución justa y duradera.
[1] Ximena Sepúlveda Varas, Ingeniero Civil Industrial y Magíster en Desarrollo Humano Local y Regional, Ex Seremi de Vivienda y Urbanismo de la Región de La Araucanía.
Correo Electrónico: xime.sepulveda.varas@gmail.com