PATRIMONIO LOCAL: HISTORIA DEL CEMENTERIO DE TRAIGUÉN

NOTA PERIODÍSTICA/LUGARES CON HISTORIA/PATRIMONIO.

INTRODUCCIÓN

Al comienzo del s. XX, se emite una Ley que va de la mano con la Ley de Cementerios Laicos de 1883, que contenía el Reglamento Municipal de Cementerios, beneficiando directamente a los residentes en La Araucanía, debido a que una vez traspasado el poder a los gobiernos locales, estos tuvieron que velar por un buen uso de los cementerios, así como la creación de estos en tanto fuera pertinente, lo que benefició principalmente a las zonas alejadas de los centros urbanos, cuyas zonas no contaban con cementerios, por lo que tras un deceso, debieron recorrer largas distancias hasta llegar a los cementerios legales, luego de que las autoridades impidieron que se efectuaran entierros en los campos por motivos sanitarios, exponiendo a los deudos a enfermedades. De esta manera, progresivamente se masificó la creación de cementerios, sobre todo en las zonas urbanas, que por disposición del Estado eran administrados por los mismos municipios, permitiendo de esta manera, que cada uno dispusiera de los recursos necesarios para efectuar estos fines.

Es así que debido a una incesante actividad económica y gracias a la producción triguera, los latifundistas de la zona progresivamente se transformaron en partes activas del naciente trazado urbano de las ciudades de La Araucanía. Este trazado urbano, que desde dicha época otorgó un espacio para construir cementerios, obedeciendo a la necesidad de conectar el “descanso eterno” con la ciudad. Un claro ejemplo de todo esto, lo constituye el Cementerio de Traiguén, que presenta una calle adoquinada y enmarcada por una arboleda en la parte norponiente de la comuna, permitiendo su acceso.

RESEÑA HISTÓRICA

A mediados del año 1883, se formó una comisión a cargo de la creación de un Cementerio para Traiguén, para ese entonces un pueblo de 1900 habitantes. Siendo presidida en ese momento por D. Quintiliano Barbosa, siendo además compuesta por Pablo Sanhueza, Julio Bunster, Próspero Riveros, Julio Sepúlveda y Guillermo Peterman en junio de ese año había reunido $500 de la época “para cerrar con tablones una superficie de 50 metros cuadrados y para hacer una casita de 10 metros que servirá para habitación del panteonero, depósito de cadáveres y guardar las herramientas”. A poco andar, comenzaron las obras.

Por su parte, el 15 de julio de ese año se depositó el primer difunto en el recinto: se trataba de Lina, hija de D. Quintiliano, que falleció a fines de abril cuyo cuerpo fue embalsamado por el Dr. Juan Kidd a la espera de sepultura. Días después, falleció D. José Félix Fuentes, un comerciante traiguenino que fue el segundo en ser enterrado en el recién creado camposanto. Tres años después, murió el principal gestor de esta obra: el viernes 26 de junio de 1886 dejó de existir D. Quintiliano Barbosa, mientras que al día siguiente y luego de una misa en la capilla que los franciscanos instalaron en la comuna, su cuerpo fue sepultado en el Cementerio de Traiguén.

A continuación, les presentamos la descripción del Cementerio de Traiguén, de acuerdo a lo explicado en el libro “Trallenco, la Historia de Traiguén”, de Gabriel Díaz Morales (Soc. Periodística Araucanía S.A., Temuco, 2001):

DESCRIPCIÓN GENERAL DEL CEMENTERIO DE TRAIGUÉN

El camposanto de esta comuna, está situado al norponiente, siendo construido de manera caprichosa en la cintura de un cerro. Desde que Traiguén fuese fundado, se hizo necesario contar con un cementerio en el cual situar a quienes por diversas causas fallecían, sucediendo lo propio con los mapuches, que tenían su propio cementerio con sus tradicionales rituales. De esta manera, es posible encontrar aún vestigios de cementerios indígenas, principalmente en los sectores rurales más apartados de la comuna.

Mas al no contar con un ordenamiento adecuado, en 1923 se hizo necesario que interviniera la Honorable Junta de Beneficencia del departamento de esa época, que resolvieron verificar en el Cementerio un arreglo necesario, nombrando para ese fin, administrador del panteón al Sr. Roberto Duclos. Así, a fin de iniciar los trabajos de ordenamiento del cementerio, se debió diseñar un plano y fijar en él, calles y avenidas. Con todo eso, se dio término al desorden reinante en la sepultura de cadáveres.

Es por ello que se hizo indispensable contar con la voluntad de todo el pueblo traiguenino, con el fin de realizar el cambio de sus deudos y con todo eso, dar paso a las actuales calles. Por tanto, se acordó en enero de 1923 abrir un registro de la población fallecida que en ese minuto existía, otorgándole un número a cada sepultura, por lo que se dio término con esta medida a una deplorable confusión, la cual existió por mucho tiempo. A raíz de ello, la unión de los habitantes de esta comuna, también permitió transformar el camposanto en un sitio adecuado a las circunstancias, debiendo trabajar incansablemente para ello en la limpieza y desmalezamiento de pastizales abundantes, producto del lamentable abandono en el que se encontraba.

Así, numerosas personas que concurrían frecuentemente al Cementerio de Traiguén, se vieron por dichos años completamente impresionadas con la vista de un cadáver insepulto y tirado al lado derecho de la calle de entrada, envuelto con un rebozo y con un hedor evidente, que daba claras muestras de hallarse descompuesto a raíz de la apariencia que presentaba en ese momento la cabeza y rostro, que estaban horrorosamente desfigurados y cubiertos de moscas.

Pues la macabra y espeluznante escena, también fue comprobada por quienes trabajaban en el diario de aquella época, “El Colono”, que establecieron en su trabajo periodístico que días antes del hallazgo, hallaron a una mujer en similares condiciones. A raíz de esto, hicieron responsable al empleado a cargo del cementerio de la comuna por su falta de cuidado, solicitando la intervención del Presidente de la Junta de Beneficencia a fin de investigar lo denunciado, adoptando las medidas correctivas atingentes a este caso. En tanto, otra cosa que llama la atención es que no hayan existido por un gran período de tiempo en el Cementerio, quien se responsabilizara por cavar las sepulturas, debiendo en este caso ser los propios deudos que realizaran este trabajo de tierra donde más les acomodara

Fue así que tras haber participado de manera conjunta con el actual administrador del Cementerio en la búsqueda de quienes fueron los primeros fallecidos y de este modo, buscar sus respectivas sepulturas no siendo esto posible, ya que en los voluminosos libros estadísticos que aún se mantienen, sólo es posible hallar un ordenamiento a partir de 1937. Sin embargo, recorriendo el camposanto después de este objetivo, se ubicó la sepultura de la Sra. Ana María Muñoz de Henríquez, quien falleció el 9 de marzo de 1893 a la edad de 32 años (Patio N°2, Sepultura N° 140), señalando de esta manera que sería la sepultura más antigua.

Lo mismo sucedió con la sepultura del primer masón fallecido, en este caso D. David Brenner, cuyo deceso se registró el 21 de septiembre de 1899 a la edad de 66 años (Patio N°2). En ese mismo orden, la sepultura del primer judío fallecido corresponde a Marie Z. Bonder, que falleció el 9 de julio de 1899 a la edad de 62 años (también Patio N°2). Por diferentes razones, los registros de fallecidos en el Cementerio de Traiguén no son del todo precisos en razón de que hubieron en el lugar tres administraciones distintas.

Fue así que el 4 de marzo de 1982, este cementerio pasó a ser dependiente de la Ilustre Municipalidad de Traiguén para efectos de administración, notándose en este caso los avances que se han obtenido a la fecha. Desde sus inicios, el Cementerio de la comuna fue administrado por el personal que para ese efecto se designaba en el Hospital local, teniendo como organismo contralor a la Junta Local de Beneficencia. En tanto, bajo esta administración se recuerda a D. Roberto Duclos y luego a D. Alfonso Wilhelm, teniendo este último como sitio de atención al público acerca de lo relacionado con el Cementerio, una dependencia contigua a la oficina de D. Juan Widmer (Santa Cruz esq. Errázuriz, que es la actual ubicación de la Notaría).

En honor a la ecuanimidad del caso, es preciso no omitir lo trascendental que significó para Traiguén que D. Juan Widmer, uno de los integrantes de la Junta Local de Beneficencia, realizara importantes mejoramientos y cambios, los cuales no hicieron otra cosa que dejar entrever la personalidad y buenos deseos de éste para con sus semejantes. Prueba de ello, es su ordenamiento contratando para un mejor control un Administrador permanente. Del mismo modo, dispuso el arreglo de jardines y construcción de pilones con el fin de permitir a los deudos, una limpieza más acabada de sus sepulturas. Como si esto fuera poco, Widmer visitaba diariamente el camposanto a fin de imponerse tanto en los trabajos como el orden y aseo que éste iba presentando. De esta manera, el Cementerio cambió su rostro obteniendo notorios avances.

Ahora, respecto de las tareas de cuidador del panteón, o “panteonero” como se les llamaba comúnmente, hay que recordar a D. Zoilo de La Fuente Hernández, quien sirvió por 34 años a la comunidad en este servicio. D. Zoilo, como se le llamaba respetuosamente fue dentro de su modestia a lo largo de su permanencia en la necrópolis, correcto y más que nada atento y servicial. D. Zoilo presenció centenares de ampulosas despedidas, y quizás muchas veces sintió el dolor ajeno, siendo en esos momentos donde en más de una ocasión brotó desde sus labios, el consuelo para los afligidos.

En todo ese tiempo, D. Zoilo vivió en una modesta vivienda que expresamente ordenó construir D. Juan Widmer, hallándose esta situada al costado izquierdo, donde en otros tiempos se encontraba el arco y portón de entrada al Cementerio (actualmente se ubican allí las instalaciones de la Administración). D. Zoilo por su parte, con sus años a cuestas, presentó cada vez más dificultades para mantener una buena comunicación con sus pares, ya que sufría una severa sordera. Sin embargo, su esposa Hernalda siempre estaba a su lado, llegando a tener con el paso del tiempo, un amplio dominio de su trabajo. En dicho cementerio, es posible observar su sepultura, la cual presenta un aspecto dominante, como queriéndose imponer aún de todo lo que ahí pasa.

Luego de que este servicio fuera traspasado a la Administración Municipal, los Sres. Hipólito Belmar Pezo y Daniel Morales Sepúlveda (que le sucedió en el puesto) ejercieron acciones administrativa. Actualmente, esta función administrativa la cumple D. Sergio Jara Castillo, junto al Sr. Marcelo Sepúlveda Riquelme y la ayuda de D. Carlos Chávez Palma, D. Isaac Flores y otros funcionarios que también procedieron con abnegación en el desempeño de sus labores.

De igual modo, los registros de la administración son los siguientes:

Un libro que fue recuperado de unos archivos obsoletos, cuya fecha de inicio corresponde al 18 de abril de 1915, concluyendo el 28 de junio de 1929. En este enorme libro se registran nacimientos, defunciones, ingresos y egresos, del Hospital, de aquellos años, etc. Por tanto, la búsqueda de antecedentes no es expedita, teniéndose como un libro de respaldo histórico.

A su vez, existen documentos que comprueban que la administración del Cementerio cuenta con registros de personas fallecidas, estableciendo al mismo tiempo un orden, que se inició el 2 de enero de 1937, cuya administración se materializó al Servicio de Beneficencia y Asistencia Social de la comuna de Traiguén. Los archivos oficiales al mismo tiempo muestran lo siguiente:

  • Libro N°1: Se inicia en enero de 1937 estando en él registradas las personas fallecidas hasta el año 1962.
  • Libro N°2: Se inicia el 20 de septiembre de 1961, terminando el 22 de junio de 1980.
  • Libro N°3: Se registran en este libro, los fallecidos entre el 23 de junio de 1980 y el 29 de octubre de 1993.

Fue así que a partir del año 1990, se hizo un nuevo ordenamiento del camposanto, el cual dividió imaginariamente a este en 12 patios. Por ende, cada patio consta de un libro de registro, el cual contempla un folio para cada sepultura o nicho. Ese mismo año por Decreto Municipal, cuya publicación consta en el Diario oficial de la época, se oficializó la regulación de los terrenos y nichos en el Cementerio a fin de llevar una mejor administración. A dicho efecto, se consideró un plazo de 4 años para normalizar esta disposición. Hasta el momento, el Cementerio Municipal de Traiguén conserva gran parte de la historia de quienes fueron sepultados como de todo lo sucedido en sus inicios, lo que se refleja en las tumbas, mausoleos y registros de quienes hallaron allí su última morada.

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