NOTA PERIODÍSTICA/HISTORIA DEL DEPORTE/GESTAS DEPORTIVAS.
Iniciamos nuestra nota AraucaNews con una historia que cambió al mundo en el deporte, a través de una de las gimnastas más reconocidas que saltó a la posteridad y hasta hoy es una leyenda: nos referimos a Nadia Comăneci (n. en 1961), destacada competidora rumana y que brilló principalmente en la década de los 70, durante aquellos años de la dictadura de Nicolae Ceausescu, en la que obtuvo una destacada puntuación en JJ.OO. por su característica realización del «10 perfecto», algo que ni el propio marcador podía anotar dependiendo de los tipos de ejercicios que hicieran sus deportistas durante las competiciones.
Debido a que este contaba con 3 dígitos, no estaba preparado para incrementar a un tercer número el cual dio la no despreciable suma de 1,00. Sobre ello, Nadia señaló en una entrevista:
“Cuando hice el obligatorio en paralelas pensé que había hecho un muy buen ejercicio pero no perfecto. Ni siquiera miré el marcador. Entonces oí un gran estruendo en el estadio, me giré hacia el marcador y lo primero que vi fue el 73, que era mi dorsal, y luego el 1,00 debajo. Miré a mis compañeras de equipo y me hicieron un gesto con los hombros de no entender. Fue todo muy rápido. El hecho de que el marcador no pudiera mostrar el 10 hizo que la situación fuera más dramática”.
Según refirieron los técnicos de Omega, que estuvieron a cargo de manejar el marcador, el problema en cuestión se veía venir, ya que al ver que Comăneci hizo el salto del «10 perfecto», nadie pensó que la máquina arrojaría tal puntuación. Desde el COI (Comité Olímpico Internacional), le señalaron a los técnicos que conseguir aquella marca era imposible, pero los hechos dijeron otra cosa, en tanto la joven deportista brillaba en medio de los aplausos y adjudicándose nuevos dieces en competiciones posteriores. Corría el año 1976 mientras la noticia de aquel triunfo se esparció por todo el mundo desde la sede olímpica de Montreal.
Y una vez de vuelta en Rumania, Comăneci jamás imaginó el recibimiento que tendría en el aeropuerto de Bucarest. Pues al obtener dicha victoria deportiva en Norteamérica, tampoco se imaginó lo que había logrado, razón por la que una multitud e incluso el presidente Ceaucescu la recibieron al volver a su país, usando este último la victoria de la deportista adolescente con fines propagandísticos, lo que le servía para inflar el espíritu comunista que reinaba en ese tiempo, poniendo a Rumania en el centro del ojo mediático.
Sin embargo, el dictador jamás imaginó que ella sería más popular que él, siendo que su régimen estaba en vías de desmoronarse. Pero en el año 1980, Comăneci sufriría un duro revés en el que tropezó encaramada en unas barras asimétricas, perdiendo el equilibrio al adelantarse en un salto. Luego lo impensado, cayó al suelo y medio mundo sufrió el susto de su vida al creer que la deportista había truncado su carrera. Todo esto sucedió en las olimpiadas de Moscú, mientras al otro día Comăneci demostrando su valía ante implacables jueces que no veían muy alentador el panorama, anotó otros diez en el mismo lugar y contexto donde había fallado durante la primera prueba. Se había ganado dos medallas de oro y dos de plata.
Lo peor de todo es que en medio del contexto que vivía Rumania durante 1981, era vigilada día y noche por el régimen comunista y asimismo por la Securitate, prohibiéndole salir a competir fuera y de paso, ser blanco de los caprichos amorosos de Nicu Ceausescu, el hijo del dictador que la pretendía a toda costa y que tenía procederes no muy santos a lo largo del régimen.
Afortunadamente, Nadia logró serle indiferente y la dejó en paz. Al parecer hubo una relación entre ambos que la propia madre de Nicu, dio por terminada. Según cuentan, Comăneci no podía entablar ninguna relación sabiendo que la estaban vigilando. Llegado el momento, se retiró de la gimnasia activa en 1984, dedicándose a trabajar para la Federación Nacional de Gimnasia. Pero en Rumania las cosas no marchaban bien, y pese a que la deportista ganó varias medallas de oro, no pudo escapar a los embates del hambre y la crisis que vivía su país ante el caos que estaba dejando el gobierno de Ceausescu, hasta que un día pese a las represalias y la situación vivida allí, decidió escapar poco antes de que la dictadura comunista llegara a su fin. Su salida de Rumania ocurrió en noviembre de 1989 ayudada por un compatriota que le abrió el camino desde la frontera con Hungría, solicitando finalmente asilo político en una embajada estadounidense donde se radicaría después.
Tras acudir a una entrevista en un programa de televisión, conoce al gimnasta Bart Conner con quien acaba casándose en 1996, de cuya unión nace su hijo Dylan (2006). Tiempo después administran un gimnasio que lleva el nombre de Conner y en el que entrenan a 1.500 niños junto a varios proyectos más. Otra de las actividades realizadas por Comăneci es viajar a su país de origen donde apoya la fundación que lleva su nombre, así como la Clínica Infantil Nadia Comăneci de Bucarest. Así, de la mano de su entrenador Béla Károlyi nació la figura y leyenda de la gimnasia olímpica y que superó el diez del marcador en aquella práctica deportiva de Montreal 1976.