ANTONIO DE MARCO: LA HISTORIA DEL ASESINO SERIAL ITALIANO QUE MATÓ A SUS COMPAÑEROS DE PISO «POR SER FELICES»

NOTA PERIODÍSTICA/CRIMINOLOGÍA/CRÓNICA ROJA.

Podrá parecer algo insólito, pero el siguiente caso que veremos a lo largo de esta nota, tiene que ver con un crimen ocurrido en Italia, donde un joven mata a sus compañeros de departamento, cuyo formato de convivencia es conocido coloquialmente como roommates. Este fue el caso de Antonio de Marco, un estudiante de Enfermería que asesinó cruelmente a un árbitro de fútbol con el que convivía y a su pareja. El motivo: De Marco reveló que por el hecho de «verles felices», algo que sencillamente no cuadra con una respuesta coherente o carente de lógica: se trata de una respuesta algo egoísta y con un claro dejo de desequilibrio por parte de aquel sujeto involucrado en este macabro asesinato.

La cosa partió durante un interrogatorio tras el crimen, realizado por el juez Michele Toriello a De Marco. El juez de instrucción le preguntó por su adolescencia, primero en tono complaciente cosa de abordar bien el caso, de ahí vinieron preguntas por sus hobbies, para luego presionarlo lentamente: «no queremos crucificarte, queremos entenderte», le señaló. Acto seguido, el plan del magistrado dio resultado, porque el futuro enfermero pasó de contestar con monosílabos y vaguedades a hilvanar una importante confesión: “Los maté porque eran demasiado felices”. Una vez que dio con el motivo del crimen -que en resumen fueron la envidia y los celos-, Toriello presionó a De Marco hasta que el joven asesino detalló sin ocultar nada su modus operandi sobre el macabro asesinato de sus compañeros de piso, Eleonora Manta y Daniele De Santis. Pues Antonio mató a la pareja de 79 puñaladas por “mera complacencia sádica”, según se mencionó oficialmente.

Haciendo una leve retrospectiva, sobre la infancia y adolescencia de Antonio Giovanni de Marco hay muy pocos datos, salvo que nació hace veinticinco años en Casarano, una pueblo italiano de 20.000 habitantes en el Basso Salento, cuyos padres, Salvatore y Rosalba, son a la fecha muy respetados por esta comunidad de la Provincia de Lecce. De Don Salvatore, carpintero de profesión, y de la Sra. Rosalba, dueña de casa, los amigos y vecinos hablan maravillas: trabajadores, respetuosos con las normas, y sobre todo, “muy queridos por todos aquí en Casarano”, manifestó su Alcalde, Ottavio De Nuzzo, luego de conocerse la fatídica noticia. Sin embargo, de su hijo Antonio nada se conocía.

Tampoco existía una reminiscencia de la guardería ni de la escuela básica o media, salvo recuerdos por quienes le vieron como monaguillo en la Iglesia de la Madonna della Campana, el resto nada. Sobre su carácter, quienes le conocieron y trataron señalaban que Antonio era un joven introvertido, de pocas amistades, solitario, cerrado, taciturno y retraído. “Era un tipo que pasaba desapercibido” pero que a la vez destacaba en los estudios. “Era un chico educado, incluso equilibrado”, afirmó uno de sus profesores de Enseñanza Media. Por tanto, Antonio jamás despertó sospechas sobre su emergente personalidad criminal.

De ello, hay expertos que apuntan a la cirugía ortopédica de espalda a la el joven fue sometido durante su adolescencia, que le obligaba a permanecer erguido continuamente para estabilizar las vértebras, que pudo ser el desencadenante de la fractura mental de Antonio. Sus padres al mismo tiempo insistieron en pedir ayuda a un psicólogo y el niño acudió sólo una vez, según él “por ataques de llanto”. Sin embargo, nunca volvió. En ese momento, Antonio acumuló resentimiento, frustración y envidia, que sólo compartía con su diario. En dicha soledad, el joven expresaba a través en el papel su gran sufrimiento: “No estaré totalmente solo, debo aprender a hacerme amigo de la oscuridad, ya no debo tenerle miedo a la oscuridad, la oscuridad es mi amiga, la oscuridad es mi amiga, la oscuridad es la única cosa que nunca me dejará”.

“No he hecho nada malo para merecer este sufrimiento y es por eso que no lo acepto. Así como yo no acepto este sufrimiento, tampoco lo aceptarán los demás porque pretendo hacerles sufrir como yo sufro. Alguien tiene que pagar por lo que me pasa, sea quien sea”, escribió en su diario unos meses antes de perpetrar la horrible matanza. Hasta ese minuto, Antonio pasó de vivir en Casarano donde estudiaba Informática, a trasladarse a Lecce para formarse en la Facultad de Ciencias de Enfermería y hacer su práctica en el Hospital Vito Fazzi de la capital. Por aquel entonces, hablamos de noviembre de 2019, ocasión en que el estudiante se mudó a Via Montello, próxima a la estación ferroviaria de Lecce, para compartir piso con Daniele De Santis, un árbitro de fútbol de 33 años.

Además de ambos jóvenes, al segundo piso de este inmueble acudía también de forma regular la polola del lider deportivo, Eleonora Manta, con quien Antonio tuvo varios encontrones. Al parecer el futuro enfermero se mostraba muy agresivo, en especial con la psicóloga de 30 años, provocando de este modo, situaciones muy incómodas en aquel domicilio. Estos conflictos aumentaron a contar de enero, cuando Antonio sufrió un desengaño amoroso y el rechazo de una chica que le gustaba. “Ahora tengo una rabia aterradora. He decidido que, si no tengo novia a finales de este año, mataré a una persona”, volvió a escribir en su diario luego de autolesionarse en el tobillo derecho por la frustración.

Junto a todo lo demás, se sumó que el 1° de marzo, días antes del confinamiento por Coronavirus, Antonio hizo una lista de objetos necesarios para perpetrar un crimen. Allí se puede leer en el listado de estos: mascarilla, guantes, cuerdas, cubrezapatos, cinta adhesiva de doble cara, etc. Mas la pandemia truncó temporalmente sus planes y Antonio decidió volver a la casa familiar hasta comienzos de julio de 2020. Durante su ausencia, Daniele y Eleonora hablaron del comportamiento violento de Antonio y quisieron darlo por terminado.

Al volver en julio, Daniele le pidió a su compañero que abandonase la vivienda con la excusa de la inminente convivencia en pareja con Eleonora. El árbitro le dio plazo hasta octubre para hallar otro piso, sin embargo a fines de agosto, Antonio comunicó su marcha y al parecer se fue conforme. Mas la realidad era muy distinta. Desde esa vez que Daniele le comunicó la noticia, su odio y resentimiento se incrementaron exacerbadamente: “El miércoles tuve una crisis, mientras sostenía la almohada pensé que, a diferencia de mí, los demás abrazan a chicas reales, y entonces me eché a llorar», escribió en su diario el 7 de agosto.

A partir de allí trazó el plan para asesinar a quienes fueron sus compañeros de piso: “Primero compré algunas herramientas, creo que este es un buen punto de partida. Cada día que pasa siento que me estoy volviendo cada vez menos humano, pero ¿qué puedo hacer? ¡No es mi culpa que nadie me ame!”.

Y aquel 21 de agosto, la determinación del asesinato ya estaba tomada: “Siento que me muero. Pero, ¿por qué no soy amado por nadie? Pero, ¿realmente soy tan malo? Quiero estar bien… He decidido que voy a matar a Daniele… Si Dios, si el destino, si el azar no quiere que Daniele y otras personas mueran entonces Él debe dejarme conocer a una chica que quiera estar conmigo, de lo contrario nunca me detendré y mataré a más y más personas. Decidí tomar una venganza, una venganza contra Dios, el mundo y mi vida, la vida que tanto odio”.

Dicha vendetta de la cual Antonio habla en su diario, también fue plasmarla en su perfil de Facebook antes de la matanza. En dicha publicación, el joven escribió: “Deseo de venganza, un plato para servir frío. Es cierto que la venganza no resuelve el problema, pero por unos instantes te sientes satisfecho”. Días después, Antonio dejó el piso y se mudó a otro inmueble próximo al de Daniele y Eleonora.

Así, poco antes de las 20:45 hrs. del 21 de septiembre, Antonio llegó a su ex-piso y abrió la puerta con el juego de llaves que aún tenía en su poder. Daniele y Eleonora se sorprendieron con la intrusión de su ex-compañero, que iba vestido con una sudadera de capucha y unos guantes de color negro, llevando una mochila amarilla a la espalda y un cuchillo de caza de 20 cms. en la mano. Momentos antes, ya había inspeccionado el lugar y alrededor del departamento, burlando incluso la localización de las cámaras de seguridad.

“Cuando entré a la casa, los dos estaban sentados en la cocina. Me encontré con Daniele en el pasillo, que se asustó porque tenía un pasamontañas. Después de pelear con él, los maté. Cuando lo golpeé, intentó abrir la puerta para escapar. La maté primero a ella y luego volví a golpear a Daniele”, declaró Antonio tras su detención. A la vez, los gritos de las víctimas alertaron a los vecinos quienes llamaron a la policía. “Escucho gritos, como una violenta riña doméstica… con una violencia sin precedentes”, afirmó un testigo. “Son ruidos similares a los de un terremoto”, explicó otro. Poco después, cuando una patrulla de los Carabinieri (la policía italiana) llegó al lugar de los hechos, se topó con una espantosa escena: el cadáver de Daniele fue hallado en las escaleras del segundo piso y a Eleonora en el interior de este. Ambos recibieron un total de 79 puñaladas durante menos de diez minutos.

En tanto, el estudiante de Enfermería huyó tranquilamente “porque me faltaba el aliento”, y volvió a su casa durmiendo hasta la mañana siguiente, donde aprovechó de deshacerse de la ropa ensangrentada y del arma homicida. Al final, gracias al testimonio entregado por los vecinos, la policía supo que el atacante podía ser un viejo conocido de la pareja, tras acceder sin problemas a la vivienda. Además, el individuo huyó a pie, por lo que su casa debía estar cerca. Se conocía bien el recorrido, porque en todo momento rehuyó las cámaras de seguridad de la zona. «Es como si hubiese memorizado el recorrido”, publicaron gran parte de los rotativos italianos. Y de hecho, así fue: Antonio tenía “apuntada en un trozo de papel la ruta a seguir», por lo que varios de esos pedazos se recuperaron ensangrentados durante la escena del crimen.

En tanto, el papel desmenuzado se convirtió en elemento clave de las investigaciones efectuadas: pues el autor conocía a las víctimas. Debido a eso, la policía se centró en los arrendatarios que habían vivido en el piso anteriormente. Precisamente aquí salió el nombre de Antonio De Marco, que precisamente era aquel estudiante de Enfermería que acababa de marcharse. Luego de eso, se dio inicio a un protocolo de vigilancia, donde recuperaron varios escritos del joven a fin de comparar la caligrafía, coincidiendo esta con un 100% de las pericias, por lo que se dio inicio a un seguimiento policial.

Fue así cómo averiguaron que, al otro día de la masacre, Antonio fue a su trabajo normalmente, pese a no hacer ningún comentario sobre el doble asesinato que el 26 de septiembre, o sea, el mismo día del funeral de Daniele y Eleonora, el joven estuvo en una fiesta con otros colegas de Enfermería, mostrándose cercano, hablador y llegando hasta a hacerse fotos. Y, de acuerdo a estas mismas pesquisas, el día 27 de ese mes, Antonio De Marco le pagó a una prostituta por mantener relaciones sexuales en su departamento.

Del mismo modo, el 28 de septiembre a las 22:00 hrs. una patrulla fue al hospital donde Antonio trabajaba para detenerlo por “doble homicidio voluntario premeditado agravado por crueldad y motivos futiles”. “¿Desde hace cuánto tiempo que me están siguiendo?”, preguntó el joven a los oficiales al ponerle los grilletes. A su vez, Michele Toriello, el Juez de instrucción de Lecce que emitió la orden de arresto, se refirió a la «extrema peligrosidad del imputado” y la “naturaleza particularmente violenta, insensible a todo tipo de petición humanitaria”. Además, Toriello señaló que “el crimen se llevó a cabo con crueldad y falta de compasión por mera complacencia sádica”. Por ello, De Marco “no tuvo piedad” con sus víctimas pese a las súplicas de estas.

Al mismo tiempo, el enfermero trató de justificar los crímenes en el interrogatorio: “Hice una tontería. Sé que me equivoqué. Los maté porque eran demasiado felices y por eso me enfadé”. De ahí se puso a detallar lo ocurrido: “Daniele me quitó el pasamontañas y luego me reconoció. Escuché gritar: ‘Andrea!!!’. Nunca mencionaron mi nombre. Llevaba guantes que luego se rompieron, perdiendo quizás un solo fragmento”.

Ese mismo «Andrea» que gritó Daniele al momento del ataque, era el nombre de su vecino al que el refferee trató de pedir ayuda, mientras era apuñalado en los antebrazos y el abdomen por su otrora compañero de piso. Del mismo modo, este doble homicidio conmocionó a la opinión pública italiana que, con el paso del tiempo descubrió que la matanza era “una rareza criminal”, según explicó el Fiscal De Castris, quien interrogó en primer término al imputado. Y ya ante el juez instructor, Antonio siguió adelante con su confesión, alegando que siempre tuvo “la tentación” de hacer daño “hasta en mí mismo”, pero “el instinto de matar ya era más fuerte y no me pude resistir”. Luego de su declaración, el Juez Toriello definió aquel delito “de una brutalidad despiadada, y de una maldad e inhumana crueldad”.

Del mismo modo, el juicio contra Antonio de Marco se produjo en abril de 2022, pero entremedio, el preso fue sometido a diversos exámenes psiquiátricos para dilucidar si sus capacidades volitivas estaban alteradas a la hora de cometer los crímenes. Según los peritos, el enfermero sufría de “una rabia narcisista” siendo plenamente consciente de sus actos cuando mató a Daniele De Santis y asimismo a su novia, Eleonora Manta. “El deseo de venganza no es por lo que otros nos han hecho, sino por las emociones violentas y perturbadoras que su sola existencia ha generado en la psique. Impulsado por la envidia y la ira, decidió borrar la fuente de estas emociones, es decir, borrar a Daniele y Eleonora en la realidad”, fue el argumento de los especialistas.

Al final, y luego de dos meses de juicio, el 7 de junio de 2022, el Tribunal en lo Penal de Lecce condenó a Antonio de Marco a cadena perpetua por los crímenes de sus ex-compañeros de piso. Tras el veredicto, Rosanna Carpentieri, la madre de Eleonora que estaba presente en la sala, lanzó un largo y liberador grito. No obstante, la mujer aseguró en cámara que “para mí se necesitarían dos cadenas perpetuas, porque las víctimas son dos, nunca habrá una condena justa para él. Como es muy joven, tarde o temprano saldrá de la cárcel y seguirá matando”, dijo en medio de la entrevista. A sus palabras, se unieron las del padre de Daniele que muy apenado por el crimen de su hijo manifestó: “Ninguna sentencia llenará jamás el vacío que ha dejado. Nuestras heridas nunca sanarán”. 

He aquí la historia de un trágico crimen que sacudió a toda Italia, y que llevó a un joven que, de tener un prometedor futuro, por otro lado estaba poniéndose en riesgo su salud mental y debido a sus propias frustraciones, lamentablemente el crimen lo llevó a una falsa salida que se cobró la vida de dos jóvenes, mientras que el hecho de matarlos «sólo por verlos felices» ya da cuenta de una perturbación mental no tratada antes y que al tiempo acabó por desencadenar los crímenes producto de la envidia y lo que también implica el hecho de estar en convivencia, cuando el dolor, la rabia o el ver caer al otro, se aleja de toda empatía como también el hecho de verse opacado ante el triunfo ajeno, que muchas veces da pie a este tipo de actos criminales.

También te puede interesar