403° ANIVERSARIO DE JEAN DE LA FONTAINE: IL ÉTAIT UNE FOIS…

NOTA PERIODÍSTICA/CONMEMORACIÓN/LITERATURA.

“A menudo encontramos nuestro destino en los caminos que tomamos para evitarlo”, decía el gran autor Jean de La Fontaine, padre de la fábula moderna. El literato francés reescribió muchas de las historias de Esopo y Horacio, como también las de tradiciones orientales adaptándolas a su época, con un estilo más refinado en forma de poesía.

De él son las versiones de «La cigarra y la hormiga», «El cascabel del gato» o «La zorra y la urraca» que todos hoy conocemos, relatos morales, cuyas máximas son para la supervivencia así como instrumentos pedagógicos de primer orden, en unos años donde la cultura popular todavía era plenamente oral.

Escritor importante de la literatura francesa, Gustave Flaubert (autor de «Madame Bovary») dijo de él que era «el único de su época capaz de entender y dominar las texturas de la lengua gala». Este lunes ahora que se cumplieron 403 años del nacimiento del escritor, que ha sido uno de los más traducidos y leídos en el mundo, la vigencia de su obra continúa enseñando a las nuevas generaciones los cimientos del contexto moral y social que llevan aparejada una manera didáctica y sencilla de aprender, lo que es elemento esencial en su obra.

La Fontaine, proveniente de una familia acomodada que se halla relacionada con los funcionarios de Luis XIII, nació el 8 de julio de 1621 en una mansión de Château-Thierry, donde pasó sus primeros años de juventud. Tras una estancia breve de año y medio en un seminario parisino, el fabulista retomó sus estudios de Derecho en la capital francesa. Allí frecuentó el mundo poético y cortesano de la época con otros jóvenes poetas, entre ellos, Pellisson, François Charpentier, Tallemant des Réaux o Antoine de Rambouillet de La Sablière.

En 1652, adquirió el cargo de maestro particular trienal de aguas y bosques, heredando las tareas de gestión forestal de su padre, permitiéndole por un lado dedicar gran parte de su tiempo a la escritura y por el otro, entrar por primera vez en contacto con aquella naturaleza animada que poblaría poco después sus fábulas. Debido a la publicación de su primera obra, una adaptación de «El eunuco» del romano Terencio, La Fontaine siempre se codeó con el poder, el cual ridiculizó y satirizó sutilmente en sus fábulas, manteniendo entre sus mecenas a ilustres personajes e influyentes como el todopoderoso Ministro de Finanzas, Nicolas Fouquet, o a varias nobles de la corte de Luis XIV, como la Duquesa de Bouillon y la Duquesa de Orleans, quienes apoyaron el trabajo del autor.

La Fontaine, miembro del llamado Cuarteto de la Rue du Vieux Colombier, junto a autores de la talla de Molière, Racine y Boileau, en 1684 ingresó en la Academia Francesa, participando activamente en el mundo intelectual de la época. Culturalmente inquieto, se inspiró en Boccaccio, Ariosto, François Rabelais y Margarita de Navarra para sus cuentos y novelas, cultivando además la poesía, la ópera, el teatro y algunas comedias.

Siendo autor de un total de 243 fábulas, las cuales publicó en varios tomos -entre 1668 y 1679-, con tono didáctico y moral, La Fontaine renovó este género considerado anteriormente como inferior, gracias a un poético lenguaje y a su poderoso ingenio. Estas se caracterizan por su brevedad, simplicidad aparente y protagonizadas por animales antropomórficos (con atributos humanos). La primera publicación de estas fábulas, que incluían asimismo los libros del I al VI fue en 1668, siendo inspiradas en los modelos del mundo greco-latino como Esopo y Horacio, siendo una de sus historias más conocidas «La cigarra y la hormiga», que fue el punto de partida de estos relatos breves y que continuó con éxito en 1679 bebiendo además de las tradiciones orales y narrativas occidental y oriental.

Fueron consideradas desde su publicación, obra cumbre de la literatura francesa, en razón de su carácter didáctico y universal. Así, estas fábulas fueron publicadas en varias ediciones ilustradas a lo largo de los siglos con grabados hechos por Jean-Baptiste Oudry a mediados del XVIII, de J. J. Grandville en 1883, de Gustave Doré en 1867 y de Benjamin Rabier, ya a comienzos del siglo XX.

El francés, autor de frases tan universales y atemporales como “todos los cerebros del mundo son impotentes contra cualquier estupidez que esté de moda”, “nada es más peligroso que un ignorante amigo; más valdría un sabio enemigo” o “la excesiva atención que al peligro se presta nos hace incurrir en él con frecuencia”. En tanto, La Fontaine con la salud deteriorada desde 1692 y enfermo de tuberculosis, renegó en 1693 de buena parte de su obra, siendo amonestado por la censura en razón de algunos de sus relatos, prometiendo dedicarse a textos más «piadosos».

Fue así que el 13 de abril de 1695, moriría un escritor que no sólo renovó y popularizó el género fabulístico, sino que influyó a la vez en el gran despertar del cuento popular europeo, que popularizaron sus paisanos Charles Perrault o Madame Leprince de Beaumont, viviría su auge definitivo durante el Romanticismo, junto a autores como el danés Hans Christian Andersen o los Hermanos Grimm, que a su vez incluyeron en el folclore europeo, todo el corpus literario de leyendas germanas y nórdicas. De igual modo, gran parte de las «Fabulas» de La Fontaine, serían llevadas en los 70 al cine animado, de la mano de Georges de la Grandière, en colaboración con el dibujante Attila Dargay en una producción francesa que incluye la colaboración de personal artístico y audiovisual de Rumania y Hungría, junto a un simpático personaje: Fablio el mago, que interpretaría el rol del autor.

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